¿Desde dónde digo lo que digo?

El desde dónde digo lo que digo

cambia el significado de lo que digo

Cuando en el Coaching hablamos repetidamente  que el observarme y verme para reconocer desde donde lo digo… y también a veces llega   la pregunta ¿para qué lo digo… o cuál es el propósito de lo que digo???

El preguntarnos esto va mas allá de simplemente hacer  reflexiones que nos posibiliten auto observarnos, cuando decimos más allá, es que si estamos en el momento de reconocer desde dónde… ahí realmente abrimos la puerta a que hable mi ALMA… y cuando estoy genuinamente conversando desde mi alma, puedo acercarme a  saber lo que me mueve a preguntar, lo que me mueve a acompañar, lo que me mueve a servir…Hay quienes  al alma la han llamado la “conciencia pura” y así como el cuerpo, las emociones y el lenguaje es también un dominio específico del ser humano, es este dominio que incluye y trasciende a los demás, que de hecho se manifiesta a través de los otros, a través del cuerpo, de lo que decimos, de lo que sentimos, de lo que experienciamos…

Cada vez más en el Coaching o en las conversaciones que allí tenemos oportunidad de sostener,  parece que se hace latente que los seres humanos seguimos en búsqueda,  sea de una orientación espiritual mas amplia, de un sentido de vivir, de encontrar los que nos mueve a ser lo que somos o incluso de saber que es eso que queremos ser…  y todo esto va mas allá de los fenómenos de los que estamos acostumbrados a mencionar como son el stress, el trabajo, la necesidad imperante de crecer materialmente, parece que nuestra búsqueda  responde a un impulso que sobrepasa la naturaleza de lo humanos que somos.

Es allí cuando nos sentamos ante la humanidad del otro, cuando el poder preguntarnos “desde dónde digo esto u otro”, eso, ese mero acto de completa humildad  e introspección, cambia por completo el significado de lo que se dice… por tanto lo que el otro ser escucha, que de echo el o ella escuchan solo aquello que interpretan de lo dicho y que dado eso, les pasan emociones, sensaciones, que amplían la conversación e invitan a que esto de lo que se esté “hablando”, cobre un sentido amplio y magnánimo, es ahí cuando por unos instantes pareciera que la conversación se sale de nosotros y se pone en un espacio en donde el ser del otro “aparece” y cobra forma.

El reconocerme en mi ser me permite también reconocerme en el ser del otro, es permitir estar: íntegra, profunda, plena y reverencialmente ahí puesto y dispuesto a escuchar y desde ahí permitirme ser el vehículo para servir a otro, allí llegan las preguntas, las interpretaciones, llegan nuestras miradas que por momentos se entretejen con eso que me pasa y solo en el instante mismo en el que soy consciente del “cómo estoy”, del “quien estoy siendo”, de las emociones que me embargan, las sensaciones corporales que me envuelven, las luces que me iluminan y las sombras que me opacan, solo desde ahí, puedo ampliar mi decir hacia el otro.

En mi propia integridad y unidad se entremezclan mi ego y mi alma, estos dos vehículos que me  contienen, uno viene a cuidarnos y a recordarnos que eso que digo puede ser criticado, cuestionado, juzgado aceptado, rechazado etc…, el otro viene a consagrarnos y traernos la conciencia pura del ser que habitamos.

En la pregunta; ¿para qué lo digo?, aparecen respuestas que surgen en diferentes vías… todas tan valiosas y humanas, llegan respuestas como: para lucirme, para hacerlo bien, para cambiarlo, para que por fin entienda, para que lo vea, para que pase, para que lo haga, para que me admire, para que se sorprenda, para que salga de ahí, para que haga  algo, para que no le pase nunca más, para que aprenda, para que elija, para que brille, para que crezca, para que suelte,

para que se reconozca, para que se engrandezca, para que esté en armonía, para que su ser aparezca, para que su luz se refleje…

Y también podemos estar desde un lugar que nos permita comprender que en las conversaciones que sostenemos los coaches, no venimos a enseñar, modificar, cambiar, resolver, y/o arreglar nada… quizás el reconocer que esos maravillosos espacios conversacionales en los que podemos y estamos completamente al servicio de otro ser, son solo para RECORDAR, pues nosotros solo somos el vehículo a través del cual ese otro ser humano se conecta con lo que ya es, ya sabe y ya tiene y quizás por andar entretenido viviendo el mundo de la manera que lo ha aprendido a vivir, hoy necesita recordar como ser feliz!!!

Alma y Ego:

El Ego es el término en latín para referirse al Yo, el cual ha generado controversias, diferentes reacciones según las disciplinas que a él hagan referencia, incluso en el proceso de “enseñar a hacer Coaching” cuando nos referimos al “ego” lo usamos unas tantas veces cuando quien está haciendo de coach está al servicio de hacerlo bien, de lucir bien, de  ser admirado y/o de acertar entre otros… ya allí, detrás pareciera que cuando hacemos esto, estamos aludiéndole al “ego” cierta carga “de arrogancia” y… siendo el ego, el Yo y retomando lo dicho anteriormente, en donde los seres humanos cada vez mas llegamos a tener conversaciones de Coaching para conocernos más, parece que el Yo, es un eje central de la conversación, el Yo pasa a ser el observador al cual vamos a re-conocer, dado esto, el ego es y seguirá siendo parte fundamental del observador que nos compone, por lo tanto, debemos “escucharlo”, saber sus necesidades, sus inquietudes y en la medida de lo posible podernos hacer cargo de ellas; quizás si a un coach, le vienen las ganas de hacerlo bien, al punto de ser este su foco por un momento durante la sesión…

Habrá que preguntarse ¿qué le inquieta al observador que hoy es?, ¿qué necesita satisfacer?, ¿de que requiere hacerse cargo?, quizás, necesite

más práctica, más estudio, quizás su coachee abrió un espacio que refleja en el coach cierto nivel de incompetencia en ese dominio… en fin, son tantas posibilidades como inquietudes habrán, por lo que siempre debemos estar atentos a, desde donde digo esto u otro, para poder escucharnos completamente.

El Alma en cambio, goza de respeto, prudencia y dedicación, la mayoría de tradiciones y disciplinas aluden a ella con cautela y sin hacer muchas aseveraciones y aquellas que se han atrevido a definirla, incluso la asocian con ser la substancia del yo, ser la conciencia del ser que somos, ser el Yo Real, aquello que  nos da vida individual, que mora  en el centro de nuestra mente. Dicho esto, el Alma y el Ego, están unidos y presentes, uno se expresa a través del otro, el Yo el observador trae su ego y lo pone para darle voz a su alma y es a ella a quien escuchamos cuando generamos el espacio en el que se permite que  el ser del otro aparezca.

En ese instante el lenguaje cobra la importancia de traducir, de distinguir y hacer explicitas las inquietudes, los dolores, las aspiraciones, los sueños, las historias, la experiencia y las necesidades del alma humana, en donde a través de una conversación se abren nuevos espacios para generar acciones y poder producir resultados que engrandezcan a aquellos que conversan en una sesión, este es un espacio mágico en donde se expande el ser del coach y del coachee en un mismo instante a pesar de tener dos propósitos distintos, uno de servir y otro de recordar aquello que tiene el o ella para ser más feliz.

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