Acercamiento al mundo emocional

ACERCAMIENTO AL MUNDO EMOCIONAL

1. Introducción y Contexto

Propósito del Paper

2. Diferencia entre Estado Emocional, Emociones y Sentimientos

3. Clasificación Emocional y sus Roles: Un breve acercamiento a la diversidad emocional)

  • Emociones Primarias
  • Emociones Secundarias
  • Emociones mixtas

4. Emociones Oscuras

5. Emociones atrapadas

6. Luces y Sombras de las Emociones

7. Las emociones en la Cultura, el Genero

8. Las emociones en las organizaciones

Introduccion y Contexto

La tradición occidental ha privilegiado en los últimos siglos a la razón. Por un lado, se impuso como la principal facultad epistemológica, y por otro, a partir de ésta, se apuntaló una definición particular de hombre. Se puede ubicar la genealogía de dicha tradición en la antigua Grecia con Aristóteles, quien definió al hombre en términos de “animal racional”. En ese orden de ideas, entre más racional era un ser humano, con mayor propiedad encarnaba aquel ideal de humanidad. Ya se imaginarán el papel tan relegado que, dentro dicha concepción, tuvieron los instintos, por ejemplo. Se le ubicaba en el nivel de las bestias.

Luego, en el siglo XVII, Descartes, con el “pienso luego existo”, creyó encontrar un principio que resistía la duda metódica. “Puedo dudar de todo menos del hecho de que estoy dudando”, concluyó el filósofo en sus profundas introspecciones. Y aquí no podemos negar el precioso rol que conlleva la duda como emoción para los seres humanos, ya que ésta nos permite “parar, mirar, y volver a mirar”, y en ocasiones, nos ayuda a evitar aquello que nos puede generar futuros obstáculos.

Dicho principio se convirtió en el sostén de una nueva manera de pensar; es el fundamento de un cambio colosal que irrigó todos los aspectos de la existencia: la ciencia. No trata de un sistema especulativo, ni del producto de elucubraciones metafísicas. La ciencia tiene un método fiable que le permite observar, pesar, medir, cuantificar, extraer regularidades, y formular hipótesis, para luego comprobar y establecer teorías. El mundo avanzaba vertiginosamente. El optimismo era tal, que para muchos, la antigua búsqueda de la piedra filosofal, o del Santo Grial, había culminado.

Y claro, la razón se robustecía. Se regodeaba con la manera en que su mayor creación desentrañaba los misterios del universo.

Fue una época en la que ocurrieron grandes escisiones. Por un lado, se separó a lo racional de lo irracional, el ámbito de la lógica del de la espiritualidad, y la mente del alma. En fin, se impuso una lógica dualista, llevando incluso al extremo, en muchos casos, la postura de considerar los opuestos como irreconciliables.

En dicho contexto, los instintos y las emociones eran vías cognitivas que no eran tenidas en cuenta. ¿Para qué iban a servir cuando empañaban la objetividad científica? De hecho, eran consideradas como una “amenaza” a la misma razón y a la inteligencia suprema propia del hombre racional.

embargo, con el tiempo, la ciencia no ha llegado a esa verdad total y absoluta, cuyo acceso, en su momento, muchos pensaron era cuestión de tiempo. Aquel método que se pensó en su momento infalible, propio de la ciencia, si bien sirvió para grandes avances, es un método más entre otros. No es necesariamente el único. Lo que puede aprehender es una parte, mas no se puede aseverar que puede acceder a una verdad total. Más bien, ahora se habla de paradigmas, como lo propone el filósofo de la ciencia, Thomas Kuhn. Un paradigma científico reemplaza a otro. Y desde ese nuevo paradigma se resuelven algunos dilemas propios del sistema de pensamiento antiguo, pero a la vez, surgen nuevos interrogantes que deberán ser resueltos desde otro paradigma.

Encumbrar a la razón a costa de las demás facultades epistémicas también ha tenido sus costos. Sociedades que han privilegiado en sus sistemas educativos y de aprendizaje, a la razón, descuidando el dominio emocional, incluso muchas veces menospreciándolo, ha producido seres, en muchos casos, analfabetos en términos emocionales. Una de las características precisamente de la posmodernidad, según los entendidos, es la crisis de la razón, o de la racionalidad, si se quiere. Con dos guerras mundiales a cuestas en el siglo XX, con hambrunas, con un sistema económico que concentra la gran riqueza mundial en unos cuantos y a la vez genera millones de pobres, y con un calentamiento global producto de las emisiones de dióxido de carbono generadas por la maquina productiva del mundo, entre otros males, lleva a que la razón, como el otrora guía infalible de la humanidad, haya quedado en entredicho en muchos sentidos. Y la pregunta sigue rondando mi cabeza: ¿quiénes somos, cómo aparecemos y nos expresamos?, mientras la vida pasa, ocurre inevitablemente.

En este contexto, surgió desde hace unos años, el movimiento New Age, con un carácter ecléctico, combinando ciencia, magia y superstición. El punto es que el hombre contemporáneo pareciera estar agotado y asfixiado, debido a que por siglos ha creído que la razón es su única manera de conocer, dejando de lado otras vías cognitivas, como la intuición, por ejemplo. Esto lo ha llevado a buscar respuestas de cómo suceden las cosas, y a hacer preguntas en torno a los sentidos, es decir, a los por qués. Por ejemplo, preguntas como: ¿para qué estamos?, ¿qué es la vida?, ¿qué es trascender y para qué hacerlo?, ¿hay una alma?, ¿qué es un alma? En fin, el agotamiento de la razón y de la misma lógica, en términos de hallar las grandes respuestas de la vida, es una característica propia de la posmodernidad. Esto de alguna manera ha llevado a que consideremos nuestro aspecto irracional; ese que posiblemente tiene un componente más animal (en cierto sentido, los planteamientos de Freud tienen que ver con esto). Nuestra parte más irracional, es la que ríe, grita, llora y golpea. Por un lado, ésta sabe que hay algo en su propio ser y en esa manera de actuar, que no está del todo bien.

Pero por otro, prosigue en esa búsqueda de poder ser, desprovista de ataduras, y sin los convencionalismos propios del deber ser.

La génesis del movimiento del New Age puede ser entendida como una válvula de escape frente a la postura de considerar a la razón como la facultad cognitiva más preciada en detrimento de las demás, o también aparece como una expresión de la “rebeldía” propia del ser humano. Esta emoción que nos lleva a trasgredir, es la que posibilita el rebelarse frente aquello que se siente como opresivo.

Entonces, las emociones empiezan  a cobrar más importancia. Su estudio ha generado investigaciones desde diferentes disciplinas. Como primera medida, el concepto de inteligencia se amplía. Antes, ésta era valorada y evaluada exclusivamente en términos del coeficiente intelectual (CI). Con la propuesta de Howard Gardner, de las inteligencias múltiples, el abanico se amplió. Ya no hay una sola inteligencia, sino muchas inteligencias.

Posteriormente, el concepto de inteligencia emocional, con la obra de Daniel Goleman, tiene una especie de boom mundial, hasta el punto de que se ha vuelto un tema de moda. Aunque infortunadamente, en la práctica, todavía no se le da la suficiente importancia. Pero sí es un hecho que el tema se ha vuelto mucho más visible.

A partir de esta concepción, el deseo por: «manejar, controlar, evitar, administrar, sortear, elegir o vivir» adecuadamente las emociones, se ha convertido en una obsesión para algunos, y en un propósito para otros. De hecho, hoy en día, para algunos, el conquistar su inteligencia emocional es un desafío, para otros, significa un misterio, y para unos cuantos implica un lujo, en el sentido de que hay dedicarle tiempo y recursos. Desde nuestra mirada, consiste en la posibilidad de reconocer, experimentar, expresar y darle el lugar que le corresponde a lo que nos pasa. Esto quiere decir que permitimos que se genere un espacio para amistarnos con la emoción que nos llega, permitiendo que el rol de cada emoción tenga lugar en la vida misma. Entonces, desde esa apertura, podemos sentir las emociones, saborearlas y expresarlas, permitiendo que cada una de ellas nos ilumine desde su enorme sabiduría.

Distintas definiciones y aproximaciones se han propuesto respecto a las emociones. En ocasiones se les refiere como un fenómeno propio de los seres humanos o de los animales, y en ciertos escenarios se han entendido como reacciones a las situaciones, tanto del ser individual, como de una colectividad.

Las emociones son un motor que constantemente moviliza a los seres humanos; son un propulsor que nos permite discurrir en el día a día. Sin ellas, simplemente nuestra condición sería inimaginable. Ellas permiten reconocer todo ese influjo que moviliza a las personas. Son un catalizador para ser y para estar. Nos sacan de la quietud, son capaces de quebrantar la inercia de las cosas. Cada individuo siente las emociones en su interior, y las manifiesta en el exterior, haciéndolas visibles –más allá de lo que puede captar el ojo humano-, para sí mismos y para los demás.

Muchas veces son inconscientes; es decir, no las habitamos de manera predeterminada, como escogiéndolas de un variado buffet. Ahora escojo estar triste, en un rato voy a estar tranquilo, más adelante estaré dichoso, en fin, así no sucede. Puede que en ciertas ocasiones, en alguna medida, induzcamos nuestras emociones. Pero la mayoría de las veces, éstas van y vienen sin ninguna de clase de control consciente. Las emociones determinan la manera no sólo en cómo un ser humano interpreta, sino en la forma en que actúa, reacciona y se muestra en la vida.

Introducirse en el mundo emocional de una persona, es ir descubriendo las infinitas posibilidades de su interior. Es como ir ahondando en las múltiples capas de una cebolla; a cada paso se van revelando cosas nuevas, perspectivas y opciones diferentes. El mundo emocional tiene muchas honduras. Por ello mismo es una fuente impresionante de auto conocimiento. Cada persona es un universo diferente, y por ello, cada persona siempre significará un gran misterio.

El propósito fundamental de este documento constituye el brindar un conocimiento general y a la vez preciso, sobre el dominio emocional, y cómo las emociones fungen como un canal, como un puente de conexión con los otros seres vivos, con las plantas y con los sistemas. El reconocerlas e integrarlas, nos posibilita ampliar nuestra manera de relacionarnos con el entorno y con nosotros mismos.

La conexión emocional llega cuando percibimos que sentimos más o menos “parecido” a otro, o cuando alguien lo manifiesta, y por ello lo validamos. Al concluir que ese otro siente de una forma bastante parecida a la mía, bien sea que éste lo declare, o porque su gestualidad lo haga parecer, la probabilidad de que se genere empatía con esa persona incrementa. Concluimos que sus pensamientos,  sus decisiones y reacciones, compaginan con nuestra manera de interpretar. Es en ese instante cuando nos sentimos profundamente “conectados” con ese otro.

Las emociones son una herramienta propia de los seres humanos que nos sirven para evaluar situaciones, y además, son útiles para tomar decisiones. Debido al hábito y a una tradición que ha privilegiado a la racionalidad, tendemos a creer que el pensamiento reflexivo, el cual se produce en la neo-corteza del cerebro, constituye la forma más eficaz y confiable para evaluar las distintas situaciones. Como consecuencia de ello, poder tomar las decisiones más objetivas, lógicas y consecuentes. Sin embargo, por las razones que antes enunciamos, los tiempos han cambiado en el sentido de que las emociones ahora son vistas como un medio, un canal, un instrumento, o si se quiere, como una vía muy poderosa, que incluso es más sutil y rápida que el mismo pensamiento, en el momento en el que hay que tomar una decisión. De ahí, el término de Inteligencia Emocional, que ha hecho carrera en los últimos años.

En muchas ocasiones, sucede que luego de rumiar y rumiar en el pensamiento alguna cuestión que nos desvela, buscando alternativas y evaluando posibles escenarios en lo concerniente a cierta decisión que debemos tomar, elegimos en relación con un impulso emocional que sentimos. Es como si dijéramos: “no sé qué pensar sobre este asunto, pero algo que me dice que debo tomar esta decisión…” Puede haber un momento en que todo ese análisis racional que hemos edificado, pudiendo ser muy minucioso, como un edificio estructurado y sólido, queda en un segundo plano, en el momento de tomar una decisión fundamental en nuestras vidas. La elección de una pareja sentimental, la profesión que decidimos estudiar, el lugar donde decidimos vivir, las amistades que cultivamos, y el propósito que elegimos como vector en nuestras vidas, entre otras elecciones fundamentales, están influenciadas en gran medida por un componente intuitivo y emocional. Si repasa cómo ha decidido sobre muchas de las cuestiones más relevantes de su vida, probablemente se percatará de que el componente racional no ha sido precisamente el que siempre ha primado. ¿O no es así?

Ahora bien, ¿de dónde proviene nuestro aprendizaje emocional?

Me viene a la memoria aquella frase que reza que “la familia es la célula de la sociedad”. Esto quiere decir que la familia constituye el núcleo social fundamental en la formación

emocional de los seres humanos. En cada familia, existen ciertos presupuestos emocionales inconscientes, pues en la mayoría de las ocasiones no se han evidenciado de manera tácita, qué determina aquello que es legítimo sentir, y qué no. Por ejemplo, en algunas familias es legítimo el llorar juntos, mientras en otras, el llanto es más bien un acto que debe ejercerse de manera solitaria y privada. Hay incluso familias en las cuales el llanto es un acto ajeno y extraño, pues muy pocas veces, o incluso nunca (en términos de la edad adulta) los integrantes de dicha familia, han llorado.

Más radical aún, existen entornos en los que no se permite la tristeza. Es decir, la tristeza, una emoción tan natural y necesaria en el ser humano, que además es la causante del llanto, no es legítima. Suena extraño, pero sucede. En algunos entornos familiares, la rabia, en cambio, sí es legítima. Entonces, cuando podría llegar la tristeza, como una emoción natural producto de una perdida, aparece en cambio la rabia, con los gestos propios que ésta conlleva, como lo es el de apretar la mandíbula y el de tensionar los músculos. Pero en últimas se trata de tristeza disfrazada de rabia.

Las sociedades están compuestas por familias. Y en las sociedades, como en las familias, también prevalecen ciertos estados anímicos que permean la forma de ser de los individuos. A un nivel más macro, pero también sucede. Las culturas e idiosincrasias influencian la manera en que los individuos se relacionan con sus emociones y en cómo las expresan. Sin duda esto se puede constatar en la forma tan distinta en que los alemanes, los africanos, los japoneses, los árabes, los judíos, los americanos y los latinos, exteriorizan lo que están sintiendo. Todas las idiosincrasias poseen rasgos emocionales diferenciadores, que influencian en la manera de relacionarse de las personas, y que generan un vínculo que les permite conectarse y relacionarse con las demás personas.

Estado Emocional, Estado Anímico, Emociones y Sentimientos

Es importante discernir las diferencias que tienen lugar en el universo emocional. No todo es igual. Para cualquier desprevenido, pareciese que fuese así. Es decir, que todo lo referente a las emociones se puede etiquetar dentro de una misma categoría. Sin embargo, en el estudio de este dominio, surgen distinciones que sutilmente van perfilando atributos específicos. Esto es de vital importancia porque dichas distinciones clarifican y dan una idea más precisa de este dominio, que por tanto tiempo quedó relegado en el conocimiento.

Las emociones: Son muchísimas, la cantidad es profusa, además, una persona puede llegar a tener bastantes en un mismo día. Alrededor de 173. Sí, leyó bien: usted puede llegar a tener hasta 173 emociones al día. Esto se debe a que los seres humanos estamos equipados con plasticidad emocional. Poseemos una gran flexibilidad que nos permite pasar de una emoción a otra con facilidad. Las emociones se caracterizan por ser transitorias y cambiantes, surgen luego de que ha ocurrido un evento y nosotros reaccionamos ante lo sucedido… por eso se dice que son predisposiciones para la acción, las emociones son la brújula de nuestro accionar en la vida. Esa es la razón por la cual un mismo suceso puede producir emociones distintas.

El Estado Anímico: Es cuando una emoción se sostiene durante el tiempo, y de alguna manera se solidifica. No es como la emoción, que está sujeta a las circunstancias. En otras palabras, no es una emoción transitoria; produce, cuando se instala y permanece, una cierta disposición emocional, y los sucesos adquieren la textura de dicha emoción. Por ejemplo, alguien que viva desde el Estado Anímico de la gratitud, agradecerá constantemente aquello que le toque vivir. Las circunstancias y las personas que se crucen en su camino, serán fuente de aprendizaje. Sería fabuloso vivir desde la gratitud, ¿verdad?

Sentimiento: A diferencia de la emoción, el sentimiento acaece en la mente, no en el cuerpo. Es en la mente donde se sostiene. Por lo tanto, podemos hablar de la conceptualización de una emoción, ya que ésta antecede al sentimiento. La ecuación es: Senti-mental = cuando lo que sentimos lo procesamos en la mente. Aunque debe haber un registro previo de una emoción, para que luego llegue el sentimiento. Es decir, las emociones producen una serie de acciones. Por ejemplo, la rabia puede producir en alguien acciones como azotar la puerta y gritar. Luego, el sentimiento aparece en la mente porque existe previamente un registro emocional,  que nos lo vivimos como recuerdo, que asocia con una nueva circunstancia que está viviendo. Entonces, al conceptualizar la rabia, desde la mente, al traer al momento presente un hecho pasado… “sentimos rabia” , estamos hablando de un sentimiento. Esa asociación, que significa el sentimiento, es de gran utilidad, porque no tenemos la necesidad de vivir cientos de experiencias para agruparla dentro de una misma categoría. Es una capacidad cognitiva desde lo racional sumamente útil.

Estado Emocional: Son aquellas emociones primarias que involucran la intervención del pensamiento. Por esa razón, los Estados Emocionales son aprendidos, y además, sostenidos por la cultura. Se trata de estados en su mayoría aprendidos y valorados por la cultura o el sistema al que pertenecen. Por lo tanto, involucran un proceso cognitivo y racional; son propiciados por los seres humanos. Un ejemplo: puede que yo valore mucho la tranquilidad y por eso, ese es el Estado Emocional que busco tener. Entonces, muchas de mis acciones, decisiones y declaraciones, van en relación con buscar dicho Estado Emocional. La tranquilidad, en este caso, se busca intencionalmente, así como la tranquilidad esta la paz, la felicidad, la libertad entre otros…

Las Emociones Primarias

Muchas veces nuestro instinto reacciona de manera inmediata, sin el uso de la neo corteza. Cuando esto pasa, no hay ni conceptos, ni reflexiones. Simplemente se reacciona. Por ejemplo, si nos sentimos amenazados en una situación determinada, en medio de una balacera, simplemente huimos, sin reflexionar sobre lo que está sucediendo. El instinto de supervivencia es supremamente fuerte.

Las cinco emociones primarias, tal como su mismo nombre lo indica, son aquellas que responden a una reacción de tipo instintiva, de naturaleza animal.

El miedo es sin duda una emoción primaria. Se produce sobre una percepción de peligro real o imaginaria. Puede estar sucediendo en el presente, pudo haber sucedido, o incluso puede suceder en el futuro. Esto lo puede comprobar por su cuenta: imagínese un suceso que ya pasó que lo atemorice o imagínese un suceso que está podría suceder en el futuro que lo podría llegar a atemorizar. Sin que aquello esté sucediendo en el momento, no es curioso que sienta miedo como si estuviese sucediendo en este mismo instante, a pesar de que sólo es una elaboración de su mente.

Cuando el miedo se intelectualiza, se convierte en ansiedad. Aparecen pensamientos caóticos con una tendencia autodestructiva. Desencadena en comportamientos compulsivos, como adicciones y tics. Cuando se le da vueltas y vueltas a un tema, y las uñas se muerden una y otra vez, el cuerpo se siente pesado, no hay claridad en los pensamientos, en fin, la confusión reina, y se vuelve una y otra vez sobre lo mismo, como en un eterno retorno. ¿Le suena familiar? La ansiedad es muy propia del mundo moderno en el que hay poco espacio para la calma, para respirar de manera consciente.

Sin embargo, el miedo también puede ser real. Es decir, puede aludir a un peligro inminente, que está sucediendo ya, en este momento. Como en el caso de la balacera, el miedo puede ser un hecho, y el escucharlo puede ser una cuestión de vida y muerte. Esto constituye una luz del miedo, pues nos alerta, nos protege.

Está también el miedo irreal. Éste ocurre cuando la intensidad del miedo percibido no tiene mayor correlación con el peligro que en realidad se está corriendo. Aquí entran las fobias, por ejemplo. Si alguien con sólo ver una cucaracha decide subirse a un mueble, negándose a bajar por un lapso de tiempo considerable, debido a un temor evidentemente magnificado, estamos frente a un miedo irreal. Por eso se denomina como un miedo neurótico.

También está la rabia. En el cuerpo la sentimos como una descarga. La rabia nos energiza y moviliza. Dispone el organismo a tomar acción, a ir tras algo. Permite lograr objetivos, activa el instinto de supervivencia desde el ataque, nos lleva a hacer respetar nuestro espacio, poniéndoles límites a los demás. Todos la hemos sentido alguna vez. Cuando sentimos esa descarga de adrenalina en nuestro organismo, podemos hacer cosas que de otra manera no haríamos. Recuerden una situación en la que sintieron rabia. ¿Qué pensaban? ¿Qué sentían? ¿Hicieron o dijeron algo que usualmente no hubiesen hecho sin su presencia?

En el organismo, la frecuencia cardiaca se incrementa y la adrenalina, como se mencionó, aumenta. La respiración se acorta y se vuelve continua, el cuello se contrae, los puños se aprietan, todo se tensa. La rabia es fácilmente asociada con hostilidad, furia, indignación, y en casos extremos, con un odio patológico, exacerbado, claro está, en el estado anímico del resentimiento. ¿Conocen a alguien que vive desde dicho estado anímico? Estas clases de personas suelen tomarse las cosas a modo personal, son irascibles, y suelen traer una larga cuenta de las veces en que la vida y los demás los han tratado con injusticia.

La rabia aparece como una fuerza instintiva, moviliza. Es un motor que permite defender y atacar, según la ocasión; es decir, según los estímulos del exterior. Por lo tanto, también tiene sus luces y sus sombras. Como todas las emociones.

En la alegría nos conectamos fácilmente con la celebración. La alegría nos anima a compartir y a festejar. En términos fisiológicos, las sensaciones incomodas se suprimen o pasan a un segundo plano. Es decir, cuando nos sentimos alegres, hasta ese molesto punzón en la articulación pasa a un segundo plano.

Esta emoción tiene la particularidad de que al recordar, es posible que llegue alegría a nuestro presente. Así mismo, esto puede pasar cuando proyectamos un instante en el futuro.

A la alegría se le asocia con la diversión, con la armonía sensual, con la complicidad y la picardía.

La tristeza tiene como función el conectarnos con aquello que es importante para nosotros. Si algo no nos importa, simplemente no tiene la potestad de ponernos tristes. Esta emoción permite que se genere un espacio para que llegue la reflexión y la introspección. Tiene una relación directa con lo que ya sucedió, es decir, con el pasado, ya que llega en el momento en que nos hacemos conscientes de algo que perdimos; de eso que estaba y ya no está. Por esa razón, la tristeza tiene una función adaptativa y reparadora.

En el momento en que una tristeza profunda se instala por tiempo continuo, puede emerger el estado anímico conocido como depresión. Es como si la tristeza se adhiriera de forma permanente y se transformara en unos lentes a través de los cuales vemos e interpretamos la vida misma, en tonos tenues, lúgubres y opacos. ¿Se les hace conocido el semblante de alguien que se encuentra en el estado anímico de la depresión? Son personas que en dicho estado están ausentes, tristes, transmiten desesperanza. Son lacónicos, incluso silenciosos.

El rol fundamental de la ternura consiste en proveer al ser humano de una sensación de seguridad. Una de las necesidades básicas la constituye la protección con el fin de garantizar la supervivencia. Esa necesidad de seguridad, la pueden constatar: es una necesidad básica en los recién nacidos, por ejemplo. En ocasiones un bebé sólo necesita sentir que lo sostienen con ternura, para acallar su llanto.

Emociones secundarias

De la mezcla de las emociones primarias, surgen las emociones secundarias. Empieza a configurarse entonces el vasto y rico universo de las emociones. Para nombrar sólo algunas de estas emociones, están: arrogancia, melancolía, incertidumbre, celos, asombro, sumisión, valentía, dignidad, orgullo, pasión y nostalgia, entre muchísimas otras.

Hablemos de dos. La escogencia es aleatoria. No obedecen a jerarquía de ninguna índole, ni a una clasificación personal. Simplemente las escojo para ilustrarlas. Una que goza de buena propaganda, y otra que no suele tener la misma connotación.

Empecemos por la de mala propaganda: la arrogancia. Cuando escuchamos que alguien tiene esta emoción muy a la mano, solemos pensar que se trata de alguien que se considera superior a los demás. En la tradición judeo-cristiana no suele ser bien vista ya que se cree, puede alejarnos de la humildad y del perdón. La arrogancia, en efecto, puede distanciar a la persona. La hace sentir que el mundo debe ir hacia él, constituyéndola, en muchos casos, en una oferta pobre; incluso, en casos extremos, la convierte en una oferta muda, casi que inexistente.

Sin embargo, esta emoción tiene sus luces. Puede empoderar y proveer la seguridad necesaria para que el individuo se constituya como una oferta valida y apetecida por la sociedad.

La arrogancia puede componerse de rabia y alegría, que unidas, fortifican la fuerza, la potencia y la energía necesarias para configurar una oferta irresistible.

Cuando la rabia se mezcla con el miedo, la arrogancia parece proteger aquellos vacíos generados por la inseguridad, buscando opacar y evitar que lo que otro hace o dice sea mejor o superior a lo dicho o hecho por mí. En este caso, la arrogancia tiende a imponer una opinión o una verdad.

Ahora vamos a la emoción que goza de buena propaganda: la gratitud. Esta emoción ayuda a que las relaciones se fortalezcan y consoliden. Emerge en  combinación con el amor, más la ternura y la alegría. Etimológicamente, “gratitud” viene de “gratis”. A diferencia del agradecimiento, la gratitud es una emoción no transaccional. Esto quiere decir que a través de la gratitud se es capaz de apreciar directamente el regalo que significa el momento presente, por lo tanto, no requiere de un intercambio o de una transacción entre dos o más. No se trata de agradecer favores o compensar las acciones a cambio de… se trata de una conexión profunda con el milagro de la existencia. La gratitud nos permite conectarnos, sentirnos unidos con los demás, nos posibilita el celebrar.

Emociones Mixtas

Las emociones mixtas surgen debido a la combinación entre emociones primarias con las secundarias. Son emociones derivadas. La forma en que se expresan es diversa; unas aparecen desde su luz, otras desde su sombra. Como se dan cuenta, el universo emocional es complejo y matizado.

Del miedo, por ejemplo, se derivan: incertidumbre, angustia, ansiedad, inseguridad, caos, cobardía y confusión; de la rabia se derivan la pasión, los celos, la envidia y la soberbia; y de la alegría, se deriva el amor.

Al igual que en las emociones secundarias, escojo dos emociones; una que goza de buena propaganda y otra que no tanto.

Por ejemplo, está el caos. En nuestras sociedades, se ha promulgado de alguna manera la homogeneidad, con orden, leyes, reglas, normas, convenciones, estatutos, etc. Aquello que rompe con el patrón muchas veces puede subvertir el statu quo. Y el caos es un concepto, pero también una emoción, que se identifica con lo diferente y lo impredecible. Esa suele ser la connotación que usualmente nos viene a la mente cuando llegan las asociaciones de dicha palabra. Aunque es cierto que el caos involucra unas góticas de incertidumbre, pues se navega un poco en océanos ignotos. Y en ese sentido, es normal que algo de miedo esté presente. Sin embargo, en algunas ocasiones puede ir acompañada de cierta picardía y expectativa. Entonces, cuando esto sucede, puede llegar el asombro, la sorpresa, el entusiasmo y la inseguridad. El caos puede ser un gran maestro, incentivando el aprendizaje, el avanzar, no permitiendo el quedarse estancado ni anquilosado.

También está el amor. Esta palabra probablemente es una de las más nombradas en todos los idiomas. Analicemos un tipo de amor, posiblemente uno de los más difundidos: el amor de pareja. Tiene que ver con el enamoramiento. Va acompañado de sentimientos de ternura y de un impulso de complacer sexualmente. Un estado de calma, relajación y satisfacción se genera, y el organismo se predispone al entendimiento mutuo. El amor de pareja involucra la pasión por el otro (me fundo en ti), junto con la admiración (me gustaría tener eso que tú eres o haces).

Emociones oscuras

Tal vez por estereotipos que hemos fabricado, y que también hemos “comprado” consciente o inconscientemente, como ya se mencionó, a unas emociones las hemos etiquetado como positivas y a otras como negativas. Es difícil establecer una razón exacta de por qué esto ha sucedido. En nuestra sociedad, se ha instalado de alguna manera un arquetipo de triunfador, que tiene que ver con aquel que es capaz de lograr cosas, independientemente de los obstáculos. La vida como reto pasa a ser un entorno de competencia, en donde sólo sobrevive el más fuerte, el más apto, o aquel que es capaz de cambiar dependiendo de las circunstancias.

La lista de emociones oscuras puede ser larga: miedo, rabia, odio, arrogancia, egoísmo, envidia, en fin, muchas otras pueden llegar. Sin embargo, es importante señalar que un pensamiento unilateral y reduccionista, tiende a ver las cosas en términos dualistas: bueno-malo, rico-pobre, noche-día, lindo-feo. Pero es precisamente este tipo de análisis, los que nos coartan y nos impiden tener una concepción más completa de la realidad.

Por ello, señalo la importancia de ser consciente de que, así como el día sólo es posible en función de su contrario, la noche, las emociones no sólo se constituyen a partir de sus opuestos, sino que ellas mismas no se pueden evaluar desde el blanco y negro, es decir, desde una concepción tan simplista. Toda emoción, por oscura que parezca, tiene su luz; y toda emoción, por luminosa que sea, tiene su sombra.

Sobre las llamadas Emociones Atrapadas

El doctor Bradley Nelson, en su libro sobre emociones atrapadas llamado “El Código de la Emoción”, se refiere a cómo éstas se quedan instaladas, en algunas ocasiones, por mucho tiempo o incluso de por vida, en los cuerpos de las personas. Sin embargo, yo prefiero enfocarme en el impacto que éstas tienen en las vidas de las personas, y cuáles son los posibles motivos, desde la psicología, que hacen que aquellas se queden.

Por motivos que no se conocen del todo, en ocasiones, algunas emociones no se logran procesar del todo. Lo que suele suceder en estas ocasiones, es que una emoción no se vive como se debería, es decir, si hay rabia, puede que la persona no se permita sentirla y darle posibilidad a que salga. Más bien, por diferentes razones, la guarda y la reprime. Esto mismo puede suceder con otras emociones. Por algún motivo, no las procesamos como deberíamos hacerlo.

Cuando esto sucede, puede pasar que esas emociones se vayan configurando de tal manera, que se instalen como estados anímicos. Entonces muchas veces podemos sentir que estamos nadando en contra de la corriente. Nos estrellamos no sólo dos veces, sino varias, contra una misma piedra. No sabemos cuál es la razón, pero podemos intuir que se trata de una fuerza que va más allá de nuestro entendimiento consciente.

Es quizás en estos momentos cuando de manera sintomática y física se cae en  cuenta de que la temporalidad de la emoción no es circunstancial. Además, no se logra explicar o deducir cuál es la razón de ese estado de ánimo. Porque, sin importar lo que se haga o diga, o el contexto correspondiente, dicho estado anímico permanece. Pareciera que atora, intoxica, se siente la necesidad de expulsarlo para liberarse de esa sensación que produce.

En la mayoría de los casos (y no será esta la única causa), esos estados anímicos tienen origen en eventos que tuvieron un alto impacto en la infancia. Desde la psicología, la explicación consiste en que quedaron registrados en el inconsciente, para acompañar de manera permanente, a la persona a lo largo de su vida. Entonces se requiere hacer un trabajo «consciente», que permita traer dichos estados anímicos al presente, con la finalidad de rediseñar (resignificar) la manera de aproximarse y de referirse a ese evento que ya sucedió, y que en algunos casos, no ha quedado claramente evidenciado. Una vez identificado, el siguiente paso es el emprendimiento de nuevos aprendizajes y de otras acciones que posibiliten liberarse de la emoción, para sacarla de su «cárcel», con lo que se consigue trascender al hecho de poder vivir las emociones desde un espacio de mayor armonía y fluidez.

Existen otras causas para que los estados anímicos se instalen de forma permanente. Tiene que ver con el valor y significado que la mente le asignó a determinado estimulo sensorial o a cierto evento. Una de ellas es el resentimiento y otra es la reacción que surge ante las críticas.

En cuanto al resentimiento, la misma palabra remite a su significado: “re-sentir”,  o sea, recordar y sentir en este momento, o de forma continuada, cosas que ya pasaron. Un resentimiento largamente cultivado, por ejemplo, una pena pasada que se recuerda como si fuera hoy, el sentirse culpable en este momento por algo que ya pasó, y el no perdonar lo que nos hicieron, puede carcomer el cuerpo hasta desarrollarse en un cáncer. En ocasiones se trata de un estado anímico que se evidencia como una emoción que se instala por periodos de 3 a 6 meses. Hay también momentos en los que esta sensación emocional proviene del pasado. Y, además, pareciera que hay algo que siempre está ahí, presente; una «molestia», una «rabia» indeterminada y permanente que se manifiesta a lo largo de la vida. Quizás, y esa es la propuesta, podría comenzar a verse esta rabia, este enojo, como una emoción atrapada en nosotros.

Y en lo referente a las críticas, éstas se ven reflejadas con la severidad con la que se hacen juicios críticos sobre sí mismos en relación con los propios comportamientos y con los comportamientos de los demás. Puede convertirse en una práctica habitual, que a su vez, conduce a la insatisfacción permanente. En ese orden de ideas, nada de lo que se realice este bien; siempre falta algo por hacerse según los estándares esperados. Este paradigma está instalado en el inconsciente, y por ello acompaña constantemente al sujeto, quien tiene una sensación de malestar e inconformidad, que se prolonga hasta la minusvalía o baja autoestima. Dado que todo lo que se hace no es suficiente, se reconoce en el cuerpo la insatisfacción que se refleja en la falta de empoderamiento y en la ausencia de auto confianza; se desdibuja el Yo y la propia capacidad personal.

El subconsciente está al tanto de cualquiera de las emociones atrapadas que el cuerpo pueda estar albergando. Sabe exactamente qué efecto tienen éstas en nuestro bienestar físico, emocional y mental. El subconsciente también está (siempre) al tanto de todo lo que necesita el cuerpo para estar bien. El llegar a reconocer la o las emociones atrapadas presentes en una persona, requiere de un profundo acto de reflexión, introspección y valentía; no sólo para verlas, sino para tomar la decisión personal de querer salir de ellas. Así parezca extraño, los seres humanos nos habituamos a incluso aquello que nos ha traído dolor. Entramos en una zona de confort. Por eso, desprenderse de las emociones atrapadas que en muchas ocasiones han acompañado a las personas por años, es un acto de desaprender.

Uno de los aspectos maravillosos del ser humano es que las emociones atrapadas, una vez que son liberadas, reconocidas y trabajadas, se van para siempre. Por otro lado, es posible que una emoción particular alojada en el cuerpo produzca más de una incidencia. En este caso, se podrá liberar la misma emoción muchas veces, pero cada emoción será una energía atrapada separada y distinta, generalmente como resultado de distintos acontecimientos emocionales del pasado. También es posible que una persona tenga diversas emociones que quedaron atrapadas en torno al mismo acontecimiento.

Las emociones en los generos

Sin lugar a dudas, los valores y condicionantes culturales juegan un papel importante en cómo asumen las emociones tanto hombres como mujeres. Esos condicionantes moldean a las personas desde temprana edad, y se van instalando en los imaginarios que repercuten en la manera de pensar y de actuar. En la mayoría de los casos, los individuos no son conscientes de cómo la cultura y la sociedad moldean la manera en que interpretan las emociones.

Para los hombres, por ejemplo, culturalmente la rabia es válida. No se juzga cuando un hombre se enoja. Incluso, en determinados contextos, la rabia puede ser vista como una muestra de fuerza y poder. En cambio, no es bien visto la tristeza en aquel. En nuestras sociedades latinoamericanas, la masculinidad tiene que ver con no mostrarse vulnerable, y menos débil. En ese sentido, la tristeza es un sinónimo de debilidad. Y la manifestación más evidente de la tristeza, que es el llanto, suele identificarse como un acto permitido sólo para las mujeres. “Los hombres no lloran” es una frase muy arraigada en nuestros imaginarios de latinos. Casi que dicha frase la encontramos familiar. Aunque, cabría decir, que gradualmente, hay algo de apertura hacia la aceptación de ciertas expresiones más propias de la energía femenina en el hombre.

Por el contrario, para las mujeres la tristeza está plenamente aceptada. Por un evidente machismo que asocia las lágrimas con debilidad, el que una mujer manifieste su tristeza, es visto como algo absolutamente normal y natural. Mientras que la rabia, en la mujer, no está bien visto. Y por ello, culturalmente las mujeres han tendido a reprimir su rabia. De alguna manera, se ha visto como si la rabia en la mujer, atentara contra su feminidad.

Pero lo que no salta a la vista, y queda un poco tras bambalinas, es que muchas veces, los hombres y las mujeres expresan una emoción que no está culturalmente censurada para su género, al no poder manifestar la que en el fondo están sintiendo. Es decir, cuando las mujeres sienten rabia, en muchas ocasiones la disfrazan de tristeza, y los hombres, por el contrario, cuando sienten tristeza, la suelen disfrazar de rabia.

Estas formas en que culturalmente se expresan las emociones, tienen que ver con los arquetipos con los que cada género se ha identificado. El hombre históricamente ha forjado un ideal de protector, de héroe y de guerrero. Mientras en el caso de la mujer, como el epicentro de la familia que ha construido comunidad, asumió históricamente el papel de sanadora ó La Gran Madre. Las maneras en que las emociones se manifiestan en los géneros, tienen también que ver, en gran medida, con estos arquetipos que han acompañado por miles de años a la humanidad.

Los líderes del futuro: gestores de emociones

Tradicionalmente se ha asociado al mundo empresarial y organizacional con aspectos netamente cuantitativos y medibles. Las emociones, por supuesto, no han tenido mayor cabida en un ámbito en el cual lo más importante ha sido la productividad, las ganancias, el ganar mercado, el superar la competencia y el servicio al cliente, entre otras. La racionalidad corporativa, se creía, no necesita de las emociones. Por el contrario, éstas, además de no sumar nada, pueden incluso restar, enturbiando la lógica de la productividad.

Pero con el cambio de perspectiva en cuanto a la valoración que han tenido las emociones, el entendimiento de éstas viene cambiando incluso a nivel organizacional. Diversos estudios han mostrado cómo las emociones juegan un rol fundamental en el liderazgo, en la satisfacción laboral, en el funcionamiento grupal, en el desarrollo, en el crecimiento personal y colectivo. Las emociones, en las empresas, se manifiestan en fenómenos como el acoso sexual, en los procesos de negociación, en la toma de decisiones, en el establecimiento de metas, en el estrés laboral, en los niveles de competitividad, y en lo que más recientemente se llama “trabajo emocional”, como una característica intrínseca del puesto de trabajo, y su influencia en la organización.

Muy conocida es la categoría de Buen Lugar para Trabajar (en inglés, Great Place to Work), a la que aspiran la mayoría de las empresas, pues esta calificación, no sólo atraerá profesionales calificados para que laboren en ella, sino que aumentará su valor accionario. En ese sentido, se implementan una serie de acciones encaminadas a reducir las llamadas emociones negativas en los sitios de trabajo. Entre éstas se encuentran la implementación de horarios flexibles, el rediseño de tareas, home office (trabajo desde la casa), hacer partícipe al empleado en el desarrollo de su carrera, proveer retroalimentación entre jefes y compañeros, y establecer políticas justas para los trabajadores, etc. Y también existe un enfoque más individualizado en el crecimiento personal de los empleados, con el ánimo de minimizar, o de integrar en algunos casos, las llamadas emociones negativas. Se utilizan entonces procesos como son los programas de promoción de la salud, procesos de acompañamiento emocional, coaching, mentoring y cambios de estilo de vida, buscando el life work balance, que es el equilibrio entre el trabajo y la vida.

Por alguna razón, hemos generado la idea de que las personas deben desconectar gran parte de su cerebro en sus lugares de trabajo, quedando sólo con la neo-corteza. Es extraño, pero posiblemente influenciados por ese discurso de objetividad y progreso que describimos al principio, solemos creer que el cerebro reptil y el límbico constituyen un obstáculo en el ámbito empresarial.

He tenido la oportunidad de trabajar con muchas organizaciones y líderes. Muchos de ellos me hablan de la soledad del poder, del orgullo y a la vez de la gran responsabilidad y ansiedad que sienten, en fin, de sus emociones personales. Y aquí es importante señalar que un líder sobresaliente debe ser un gestor de emociones, y el primer paso que debe dar es el de reconocer sus propia emocionalidad. Aquel que es capaz de hacer esto, puede reconocer y gestionar emociones en su equipo de trabajo y en toda la organización, y por ende, es capaz de liderar el cambio.

Los estados anímicos no sólo pertenecen a las personas sino a los equipos de trabajo y a las organizaciones. Las emociones están presentes en la toma de decisiones y en las acciones tanto a nivel individual como colectivo. Cuando haya identificado cómo se comportan las emociones en las personas que lidera, un líder tendrá mayores herramientas para rediseñar el estado anímico colectivo, hecho que impactará en el clima laboral y en la cultura organizacional, y por supuesto, en los resultados.

El gestor emocional, el líder del futuro, debe tener, entre sus competencias, el  poder amistarse con el miedo y la angustia; escuchando atentamente qué vienen éstas a aportar. Debe ser capaz de crear una visión compartida, en la que un futuro aparezca como el vector que guía las acciones de toda la organización. Debe también generar certidumbre y administrar la incertidumbre, sabiendo que ésta es la compuerta de la innovación y el cambio. Debe ser, este líder, alguien que aprecie y reconozca el esfuerzo y los logros de los demás.

Como queda claramente ilustrado, las emociones tienen que ver mucho con las empresas y con los ejecutivos y trabajadores. Es un tema que apenas comienza a investigarse, y cuyo campo de estudio será enriquecido en los años venideros.

Una nueva concepcion de la Inteligencia Emocional

Con el profundo sentimiento de lo humanos que somos, estamos convencidos que el amistarnos con nuestro emocionar y lograr mirarnos compasivamente como humanos, imperfectos, unas veces “buenos” y otras veces “malos”, quienes estamos en constante cambio y aprendizaje permanente, creemos que el lograr integrar nuestro mundo emocional de manera explicita y abierta, como parte de la cotidianidad, que pueda ser una conversación: en familia, en la sociedad, en lo politico y/o en lo organizacional… desde ese lugar donde nos conmovemos unos con otros, aceptamos la diversidad, buscamos comprender distinto de controlar, aceptar, diferente de aprobar… justo cuando como humanidad estemos alli, en ese momento, podremos llamarnos inteligentes emocionales, y de seguro en ese instante la conexión con el todo, nos permitirá vivir en armoniosa convivencia.

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